“Vocación Humana” alude al llamado interior que todo ser humano recibe para desarrollar sus propias potencialidades. No se limita a una vocación profesional, aunque la incluye. Todo ser humano tiene una vocación única e irrepetible que consiste en ser más sí mismo y que, lejos de encerrarlo en una actitud egoísta, lo compromete a la vez con su propia profundidad, con el prójimo y con el mundo.

Aunque para algunos sea más evidente, el llamado forma parte de nuestra condición humana. Escapar a ese llamado es escapar a sí mismo. Y es lo que sucede habitualmente. El hombre por lo general está distraído, disociado de sí mismo; vive, pero en lo más profundo de su ser no sabe para qué lo hace. Allí está la raíz de todos los males.

Si la satisfacción se basa en el apego a lo transitorio, se trata obviamente de una satisfacción aparente, no solo por lo fugaz, sino porque no es. La misma persona “satisfecha” sospecha esto en algún lugar de sí misma. Todo puede ser vivido con apego, pero lo más habitual es el apego a la fama, el dinero, el poder, la búsqueda del placer. Son metas ilusorias que encubren nuestra verdadera vocación. La misma vida humana es transitoria: lo que hoy parece ser una satisfacción cae, muy pronto, por su propio peso. En cambio, si la satisfacción surge de un camino que se recorre con sentido, con un compromiso con la propia profundidad, con el prójimo, con el mundo, con la trascendencia, la satisfacción es real, es una satisfacción que no se busca, que surge naturalmente como el aroma de una flor.

No son negativos en sí mismos. Negativo es apegarse a ellos, buscarlos por sí mismos. Aunque también es negativo apegarse a sus opuestos: no se trata de afanarse por ser pobre o desconocido, sino de poner al servicio de una vida digna individual y comunitaria aquello que llegue a nuestras manos.

Renunciar a la vida cotidiana es un escapismo, otra forma de apego, acaso la peor. En realidad, nadie puede renunciar a la vida cotidiana. La vida cotidiana puede cambiarse, resignificarse, y ello implica, en el buen sentido de la palabra, una verdadera renuncia. No se trata de abandonar mis compromisos familiares, laborales, sociales, religiosos, sino de vivirlos con consciencia. De allí se deriva siempre un mayor y mejor compromiso con cada aspecto de la vida. Por cierto, puede implicar algún cambio externo; por ejemplo, en relación con el trabajo: puede ser que surja claramente que tiene sentido cambiar de trabajo o simplemente que tiene sentido encarar el mismo trabajo de otra manera.

A cada paso nuestras circunstancias internas y externas nos hablan de la vocación. Todo lo que nos acontece, interna y externamente, es ya la “voz” de la vocación. Toda la diferencia consiste en verlo y en vivir en consecuencia.

La única receta es que no hay recetas. Sin embargo, tenemos el aporte de los saberes de las tradiciones espirituales de todos los tiempos, de la filosofía, de la psicología desde el enfoque de Carl. G. Jung y de la alquimia entre otros, que nos brindan recursos teóricos y prácticos para descubrir y desarrollar la vocación.

No. Solo se puede demostrar que el planteo es coherente y mostrar que existieron y existen hombres y mujeres que vivieron de acuerdo con su vocación; sus vidas son el testimonio de una vocación realizada en buena medida para bien propio y de la comunidad. Pero únicamente quien se compromete en la búsqueda de la vocación puede comprobar por sí mismo su realidad.

La vida humana no es neutra. Ya estamos viviendo, ya estamos en el mundo interactuando con el medio de determinada manera. No elegir es un modo de elegir, el peor en realidad, es una apuesta inconsciente. En otras palabras, suponer que la vocación humana no existe es una auto-condena. En cambio, si supongo que existe o que puede existir, tengo algo que buscar. Cuando comienzo a descubrirla, cesa la duda.

No. Interviene la voluntad pero no depende sólo de ella. Requiere de un silencio interior, de hacerse un espacio para poder abrirse a la vocación. No es una suposición meramente teórica, ni un acto meramente voluntario. La voluntad y la mente hacen silencio y el Silencio se hace presente.

Sí. El compromiso. Es decir, la entrega es la pauta básica. De allí se deriva una actitud fundamental: la observación.

La vocación humana articula las pequeñas “vocaciones” (laborales, familiares, sociales, etc.) en una vocación integral. Sin duda, es la dimensión espiritual la que guía y da unidad a esas vocaciones parciales.

Es espiritual porque acepta y promueve la dimensión espiritual del hombre. Pero, si bien acepta la dimensión trascendente del hombre, no propone una doctrina determinada en relación con las cuestiones últimas, a saber, la concepción de Dios o lo Absoluto y el destino trascendente del hombre y del cosmos. El énfasis no está puesto en la verdad de una determinada doctrina espiritual, sino en la verdad espiritual de cada doctrina, que resplandece en la medida en que se viva de corazón. La Fundación Vocación Humana propone un movimiento espiritual porque mueve a la espiritualidad, no porque proponga una modalidad particular de espiritualidad. También es importante remarcar que la Formación para la Vocación Humana respeta todas las religiones y promueve que cada persona ahonde su religiosidad intrínseca dentro o fuera de alguna denominación y a consciencia de cada uno.

Vocación Humana no pretende ser la única respuesta, pero se caracteriza por brindar elementos para que cada uno encuentre su o sus respuestas. Tiene en cuenta que el hombre contemporáneo sufre de una gran indigencia existencial y espiritual y que su situación empeora tanto si se instala en un escepticismo relativista e individualista como si se identifica ciegamente con alguna doctrina. Buscar la propia cosmovisión integral y espiritual, lograr que sea abierta, crítica, práctica, es el mejor antídoto frente a los males del relativismo y del fundamentalismo.

Aparentemente es ambas cosas pero, en realidad, profundamente, no es ninguna de las dos. Formalmente, la Formación toma la modalidad de una actividad cultural y para muchos quizás es y será solo eso. En general, cuando solo se lo ve como una actividad cultural, no se lo resiste por mucho tiempo, aburre, irrita o desconcierta. Aburre cuando se lo ve desde el rigor, irrita o desconcierta porque no da recetas sino que estimula a que cada uno encuentre sus respuestas. Por ello no es un camino de autoconocimiento, sino un estímulo para que cada uno encuentre el propio. Ese es el corazón de la propuesta.

Sí, aunque ese no es el propósito principal de la Formación. Se practica meditación y se estimula para que cada uno vaya descubriendo su propia modalidad meditativa. La práctica de la meditación es un recurso para la vocación, pero no es el único.

La Formación para la Vocación Humana no da respuestas, ayuda a que cada uno las encuentre: si se quiere ésa es su respuesta. Vocación Humana no reemplaza una religión, una psicoterapia, una técnica corporal, etc. sino que ayuda a limpiar la mirada y a dar vigor para ver en cada cosa lo que antes no se veía, para darle sentido. Si el camino de alguien pasa por ahondar una religión, Vocación Humana ayuda a ver en ella aquello que no se vio hasta ahora y a ahondar un compromiso. Si el camino pasa por dejar esa religión, Vocación Humana también ayuda a ver en ella o en la relación de uno con ella, lo que no se vio hasta ahora. En ambos casos se necesita discernimiento y coraje. Cuando se inicia un camino de autoconocimiento se encuentra lo que no se encontró antes, y ése es el camino.

Ahora es el momento para empezar, es el único que tenemos. Si alguien piensa que es tarde, se ata al pasado, no vive su vida en el presente y se condena a sí mismo. Por cierto, a un joven le cabe ver la vida de un modo distinto que a un anciano. Para el joven la socialización tiene más peso que para el anciano; este último, en vez, debería asumir su preparación para la muerte. Esta preparación, que es preparación para esta vida y para toda vida, es imprescindible aun en el lecho de muerte.

La única relativa novedad de Vocación Humana consiste en su síntesis abierta de múltiples propuestas tradicionales y en la insistencia en brindar elementos para estimular el propio camino. Tampoco es una técnica en el sentido contemporáneo del término; es decir, no es un sistema de conocimientos prácticos que permiten dominar una cuestión, como si fuera una técnica mecánica, por ejemplo. Se parece más al “arte” (“ téchnê ” para los griegos); se pueden aprender ciertas cuestiones técnicas, pero es artista quien las trasciende para descubrir su propia modalidad creativa. Tampoco es otra propuesta New Age porque: a) estimula el compromiso con los propios procesos y por ende con el otro y no se limita a generar autocomplacencias o a que las personas se sientan “satisfechas” de sí mismas; b) se aboca al estudio riguroso, filosófico, de las fuentes tradicionales; c) las prácticas que se realizan no apuntan a la búsqueda de fenómenos o a generar emocionalismos.

Toda la vida es vocación. Todas las circunstancias externas e internas son un llamado, la diferencia está en advertirlo. Cuando se lo advierte, opera la vocación, comienza un proceso de transformación. El cambio, entonces, radica en la consciencia, su intensidad y firmeza. La angustia, vista bajo esa faz, constituye una oportunidad para hacer un “sacrificio”, atravesarla, asumirla. Si la angustia o el vacío perduran sin cambio alguno o si se agravan es porque no se está atendiendo el llamado. Pero igual es un llamado. C.S. Lewis decía que el dolor es el altavoz de Dios.

La Formación es teórica y práctica. Las prácticas meditativas se van profundizando a la medida en que se avanza en la teoría. Todo ello, por cierto, concebido para la vida. La teoría se propone también como una reflexión práctica, tal como ocurría en las tradiciones antiguas. Los encuentros son grupales en un marco de respeto por el libre albedrío y la identidad personal.